jueves, abril 13, 2006

Cuestionar al presidente para luego reelegirlo

Si, los grandes medios de comunicación colombianos lo saben. Ayudaron a entronarlo como emperador. Relegaron a miles de colombianos de bien, al rol de “apátridas” u “opositores de la democracia”, por el simple hecho de cuestionar al gobierno y sus políticas. Dividieron al país en buenos y malos, en quienes están con el presidente, y quienes no están con él. Pero ahora están disconformes con la adaptación del nuevo “código civil”, o a lo sumo con la adaptación del “código napoleónico” que nuestro presidente ha venido instaurando desde que inició sus labores en “su puestico de presidentico”.

Lo malo no es que Uribe sea el presidente. Al fin y al cabo, se dice que “la voz del pueblo es la voz de Dios”. Si la mayoría de los colombianos, por ende, creen que Uribe es quien representa mejor sus intereses, y por eso lo eligieron, pues entonces los que no somos uribistas, pero nos definimos como demócratas, debemos acatar dicha decisión. Otra cosa es la oposición leal, y dicho sea de paso, necesaria, de los colombianos que no nos identificamos con el presidente, ni en lo personal, ni en lo político, ni siquiera en la ética de su filosofía política, si es que esta existe siquiera. Valga decir, que con o sin los 300.000 votos fraudulentos del Magdalena, que la Revista SEMANA dice que ayudaron a elegir a Uribe, de todas maneras hubiera sido elegido presidente. La legitimidad de una elección, se basa en el poder popular que elige, no en las interpretaciones surrealistas de los medios de comunicación. Para bien o para mal, esas son las reglas de la democracia.

Otra cosa muy distinta es el papel de garante y vigilante del “cuarto poder” de los medios de comunicación. Primero los medios alentaron la idea de que sin Uribe, el país estaba perdido. Luego propagaron la idea de la necesidad de una continuación de su mandato, y apoyaron tácitamente no sólo la reelección, sino también las políticas de seguridad democrática y el TLC, entre otros. Olvidaron su papel de vigilantes y garantes de la democracia, y ahora, casi cuatro años después de un matrimonio exitoso, surgen algunas dudas legítimas y cuestionamientos sobre el gobierno, que debieran ser un ejercicio natural de la libertad de expresión y de opinión, como en los gobiernos europeos y norteamericanos que tanto han emulado Uribe y los medios, en lo que les conviene, claro está. EL TIEMPO, por ejemplo, en su editorial del 13 de abril, defiende la libertad de expresión y el papel de “cuarto poder” de los medios, y luego sin embargo, reanuda de forma abiertamente descarada su compromiso por ayudar a reelegir al presidente:

“En una maratón de entrevistas radiales y televisivas entre el lunes y el miércoles santos, el Primer Mandatario se fue lanza en ristre contra la revista Semana, a la que tachó de mentirosa, y contra el papel de los medios.(..) Los reyes de la antigüedad, cuando llegaba un mensajero con malas nuevas, tenían la peligrosa costumbre de matarlo como reacción a las noticias que llevaba.(..) Bien haría un hombre íntegro y que sigue siendo la mejor opción para presidir a los colombianos en reconocer que el problema no es el mensajero sino las noticias que porta.”

Pero bueno, casi todos los Santos, al fin y al cabo, de diversas maneras han apoyado este gobierno desde el principio. Sólo Juan Manuel Santos se subió en último minuto al “tren de la victoria”, cuando intuyó la veracidad de las encuestas electorales.

Sorprende en cambio el hecho de que la Revista CAMBIO haya sido una de las fuentes de denuncia de los líos del funcionario Noguera al interior del DAS. Para nadie es un secreto que el director de la revista, Mauricio Vargas, ha apoyado de manera abierta y franca a Uribe, y que dicho apoyo aparentemente “irrestricto” le han valido críticas mordaces de muchos analistas de los medios, incluyendo esta página del OIMC. Esta vez, sin embargo, ha decidido no dar declaraciones al respecto de este lío, al menos por ahora. Así se evita la ambigüedad y contradicción del doble discurso, y valga decirlo, no es hipócrita como sus nuevos jefes de EL TIEMPO.

El OIMC quiere destacar la columna de Javier Darío Restrepo, periodista de EL COLOMBIANO, periódico antioqueño por excelencia, valga la aclaración, como el único periodista capaz de atenerse a los hechos para criticar y demandar la verdad sobre los hechos:

“.(..).Son hechos indicadores de una dirección que el señor Presidente y los suyos consideran buena: la de utilizar todos los medios de lucha para ganar la guerra contra la guerrilla, como si el fin -acabar con la guerrilla- justificara los medios. Los protagonistas de estos episodios aparentemente consideran buenas y necesarias sus actuaciones, convencidos de la necesidad de eliminar, como sea, al enemigo. Una justificación parecida a otras, como la que movilizó la Operación Cóndor en el sur del continente.(..).”

¿Impacto sobre las elecciones?
Probablemente Uribe sea reelegido, con Noguera o sin él. Si eso es lo que quieren la mayoría de los colombianos, que así sea. Pero el derecho a disentir de los no uribistas no es sólo un derecho sino una necesidad, si es que algún día aspiramos a salir del periodo de la “patria boba”.

Desde ese punto de vista es loable que SEMANA haya despertado de su letargo periodístico. Porque es muy importante analizar los hechos, cosa que los periodistas de SEMANA siempre han hecho bien. Pero si no se es claro primero, cuales son los hechos, es inútil el análisis, por sofisticado que sea.
Y es en ese sentido, que el OIMC destaca como positiva la actitud de su director, Alejandro Santos, y de SEMANA, de reaccionar ante la intimidación del poder presidencial como una sola voz.

Irónicamente, los medios pusieron al país a hablar del presidente como tema principal de nuevo, y no de sus opositores. La agenda, de nuevo, y como lo señaló el OIMC en su artículo inaugural del 1 de marzo, llamado Las sugerencias electorales de los periodistas, le da el protagonismo al candidato-presidente. Y va a ocurrir lo que ya muchos de nosotros sabíamos. El país va a votar masivamente a favor del presidente, y una importante minoría, pero minoría al fin y al cabo, en contra de él.
Pero nadie va a votar por Serpa, Gaviria, Mockus o Parejo, porque sean los mejores candidatos, si acaso, los pocos colombianos que voten por ellos lo harán así por ser opositores de Uribe, nada más. Con razón, y gracias a la estrecha colaboración de los medios, el presidente actual no tiene ninguna necesidad de arriesgarse a debatir con los otros candidatos. Y ahora menos.
El unanimismo, señoras y señores, está más vivo que nunca.
Dios salve la patria.

lunes, abril 10, 2006

Dándole duro a Jorge E. Botero

En los últimos días se ha dado un interesante debate alrededor del famoso libro del periodista Jorge Enrique Botero, que trata sobre el supuesto nacimiento en cautiverio de un hijo de Clara Rojas.
Por primera vez en mucho tiempo, afloran críticas sobre ética periodística a partir de los mismos protagonistas de la opinión nacional, y los medios de Colombia se cuestionan a partir de si mismos, de forma pública.

El OIMC se solidariza con los secuestrados y sus familiares, y también rechaza la explotación amarillista del dolor humano, bien sea con el fin de lograr un objetivo económico, político o simplemente egocéntrico.


La periodista MARÍA ELVIRA SAMPER de CAMBIO, por ejemplo, dio en el clavo cuando abordó el dilema de publicar las intimidades de Clara Rojas a partir del concepto del derecho a la intimidad:

“La publicación de Jorge E. Botero sobre Clara Rojas sólo alimenta el morbo nacional. Me parece sospechoso que haya soltado la noticia como avance del libro a punto de salir al mercado.(..) Triste episodio que salpica y pone en tela de juicio el trabajo de los periodistas.”

La columna de Héctor Abad Faciolince en SEMANA por su parte, abordó el tema de manera similar, aunque hizo más énfasis en el deber ser de la veracidad de los hechos. La indignación de Faciolince se basa en lo que considera la conversión y adaptación de los hechos a un libreto melodramático, o algo así:

“Pero una crónica no puede permitirse la libertad frente a los hechos que tiene una novela.(..) No hay respeto por la profesión del periodismo, ni por los lectores, ni por un tema serio y urgente como el del intercambio humanitario. Si al menos para eso sirviera este libro; pero ni siquiera, pues todo se disolverá en morbo y en chismes de peluquería, sin compasión por las verdaderas víctimas: las secuestradas, bien sea que hayan tenido niños o no."

¿No hay mal que por bien no venga?
La falta de profesionalismo, y valga decir, de humanismo de Botero, deja lecciones amargas. Nadie podría haberlo descrito mejor que María Elvira Samper y Héctor Abad Faciolince. Es poco lo que el OIMC tiene para agregar a este episodio de ficción amarillista.
Botero sin embargo tuvo algunos logros importantes, sin quererlo claro está. PRIMERO El país se acordó de que Ingrid Betancourt no es la única secuestrada del país, ni mucho menos, la secuestrada “VIP”. Botero logró poner al país a discutir sobre otras personas, cuyas vidas son igualmente importantes. SEMANA publicó un artículo de portada muy desgarrador sobre la madre de Clara Rojas, en el que ella afirmaba que de ser cierto todo esto, quería tener a su nieto en sus brazos. La gran pregunta es: ¿Hubiera publicado SEMANA dicho artículo, si no fuera por la “chiva” del libro de Jorge E. Botero? ¿No son dichos artículos de portada, los que “inducen” al consumidor a comprar la revista? Esto no es para cuestionar a Faciolince, sino al comité editorial de SEMANA. SEGUNDO El problema no es tanto que Botero publique o no intimidades de los secuestrados, como señala María Elvira Samper, sino que éstas crónicas, por la forma y el morbo como están descritas, atentan contra la dignidad humana. En entrevista para el canal RCN, justificándose a si mismo, Botero afirmó con razón que el país no debía olvidarse del drama de los secuestrados y sus familias, e insinuaba que el país y el estado tenían una especie de deuda o deber moral con estas víctimas, para estimular un eventual intercambio humanitario. Pero como bien lo reseñaron Samper y Faciolince, en otras palabras, “el fin no justifica los medios…, de comunicación”. Nótese el doble sentido del dicho. No sólo no fue ético, por su manera de presentar los hechos, sino que no contaba con el aval moral de la familia de Rojas. Aumentó la angustia de sus familiares, y de paso, no fue muy caballeroso ni elegante al revelar datos íntimos de la secuestrada, sin contar con el permiso de ella. TERCERO ¿Recuerdan el caso del niño balsero de Cuba, llamado Elián González, que se convirtió en un botín político de la revolución cubana? Pues Tirofijo ya reclamó la “mitad” del recién nacido, por haber nacido en “territorio revolucionario”. Es decir, la “patria potestad” del bebé, es ahora del padre guerrillero. ¿En qué beneficia esto a Clara Rojas y a su hijo? De nuevo te pifiaste, Botero. CUARTO ¿Por qué tan callados los columnistas de opinión de EL TIEMPO y EL ESPECTADOR, con respecto a este episodio periodístico? QUINTO Existe un paralelo “asombroso” entre Botero y el candidato presidencial Álvaro Leyva, en el sentido de que todos sus “potenciales logros profesionales” se basan en sus “buenos contactos” dentro de la guerrilla, y no en su idoneidad profesional. SEXTO ¿Cuántos libros venderá Botero finalmente? Si. Criticamos a Botero, y luego a la primera oportunidad adquirimos su libro en la esquina del semáforo. Bueno, si al menos los pobres vendedores ambulantes logran mejorar sus ingresos vendiendo ediciones piratas, habrá valido la pena. SÉPTIMO ¿Qué semejanza y qué diferencia hay entre los periodistas sensacionalistas, y los protagonistas de un reality? Semejanza: ambos “están para las que sea”, con tal de llegar a la meta. Diferencia: La dignidad en juego es la de los participantes mismos del reality, pero en el caso de Botero, la de los secuestrados y sus familiares.

jueves, abril 06, 2006

Síndrome dismórfico (segunda parte)

Volvamos con Cristina, y la Venus de Botticelli. Ya había contado que cuando la conocí me pareció algo tímida al principio. A medida que la fui conociendo, se hacía claro que acudía a mí ya no como su pretendiente, pero como su amigo. A pesar de mi decepción por mi fallido cotejo, los hombres solemos conocer mejor a las mujeres a través de la versión sin tapujos y “sin censura” que se nos ofrece en el rol de amigos, y que difícilmente puede llegar a ser tan sincera y desparpajada cuando hay sentimientos de pareja de por medio. Quizás por eso accedí a seguir en el mismo plan, o más probablemente, no quería aceptar el rechazo, y empecé también a incurrir en un proceso sadomasoquista con Cristina.

Excluida de entrada la posibilidad del amor, como buen y "desinteresado" amigo que era, Cristina me buscaba especialmente cuando tenía problemas para “aguantarse ella misma”. Eso, y la intoxicación etílica, de entre leve a moderada de uno que otro “viernes cultural”, produjeron el famoso efecto desinhibitorio emocional de las mujeres, y no el sexual, como hubiera preferido (y sepan disculpar las lectoras si suena machista). Y así se hizo más evidente su complejo de inferioridad.
Las historias de siempre. Que el último novio la había dejado por una vieja “divina”, aunque le dolía admitirlo. Que había tenido un bajón de ánimo y mucho estrés durante ese semestre, por lo que “había comido como una vaca”, descuidándose tanto ella a sí misma en lo físico, como a la relación con el susodicho. Pero que le hubiera dolido más si la hubieran dejado por una mujer inferior a ella, porque eso también la rebajaba a ella.
Con las dosis correctas de alcohol, afloraban cuasi-confesiones como la de que “la culpable del fracaso en la relación era ella, y que si ella fuera hombre, hubiera actuado igual”. A dosis más altas, el culpable era él, “por no valorar la entrega y desinteresada pasión con que lo amaba ella a él, pues ella era una amante, novia y amiga incondicional, que se la había jugado a fondo por él”.


Medios, imagen y autoestima
Venus de Urbino. Tiziano la dibujó en 1538, muestra una figura real y se aleja del idealismo del Renacimiento. Tiziano estaba cansado de las "imposiciones estéticas" de su tiempo. Esa es la cultura que los medios NO nos ofrecen.
Por cierto, aquí es donde empieza a verse la validez del comentario de la primera parte de este artículo, cuando se decía que no son sólo los pacientes con dismorfofobia los que sufren. Asimismo es claro el conjunto más o menos constante de un carácter obsesivo, tímido, ansioso y demasiado sensible a la crítica, y que por tanto son personas que no saben manejar el rechazo.
Un médico suele denominar a un conjunto estable de signos (lo que se ve en el paciente) y de síntomas (lo que siente el paciente) como síndrome, de ahí el título de los artículos. Pero el concepto científico de síndrome deja de lado el papel de los medios como facilitadores ambientales de varias enfermedades, entre ellas, la dismorfofobia.
Es irónico pensar que con las conquistas del siglo XX de la revolución sexual, y la lucha por la igualdad de géneros, la humanidad llegó a creerse ad portas de haber alcanzado un hito decisivo para la estabilidad socioeconómica, política y humanística de Occidente.
Pero hay pocas cosas más inhumanas que el desprecio del hombre (y la mujer) de si mismo, y por ende de su propia especie. El 5 de enero de este año encontré este magistral resumen de la situación actual, publicado por la Asociación de Mujeres Jóvenes de Asturias (España):

Una de las características más llamativas de estas revistas es su excesiva preocupación por temas relacionados con la estética y las relaciones con los hombres (casi siempre parten de un tipo de pareja heterosexual), obviando otros temas como podrían ser la formación, la salud, la cultura o el empleo. (..) Todas estas revistas parecen basarse en el ideal de misoginia romántica que consideraba la belleza como el arma principal de una mujer, y, aún hoy, nuestro objetivo vital sigue siendo el de mantener un físico adecuado al canon de nuestro tiempo y que sirva para atraer mejor a los hombres. Los medios de comunicación toman cada vez más importancia en nuestra sociedad, y en la era de la aldea global nos ofrecen una ventana desde la que mirar el mundo, una ventana cuyos marcos y cristales pueden cambiar el sentido y el color de nuestra mirada.

Las críticas más agudas y ejemplarizantes en contra de los medios de comunicación, por su complicidad con el estigma estético, provienen de sus principales víctimas, es decir, las mismas mujeres. Pero el problema real no es el de una lucha de género, sino la cada vez mayor prevalencia de los síndromes dismórficos en ambos sexos, y por ende es más relevante la crítica y la toma de conciencia sobre el problema.


Volvamos una vez más con Cristina. Lo último que supe de ella, es que estaba yendo al psicoanalista. Supe que incluso tuvo una crisis y fue internada dos semanas en una clínica mental, por dizque intento de suicidio, pues aparentemente sus intenciones de morir no eran reales, afortunadamente. Había tomado diez pastillas de dólex ® y una botella de vodka para chantajear a su familia y obligarla a que le financiaran una liposucción del abdomen. A una íntima amiga suya, llamada Laura, y que era una compañera suya inseparable de la universidad, su familia si le había pagado la dichosa cirugía.
Y Cristina entró en ira al pensar que sus padres no la querían lo suficiente, y por ende, no comprendían sus necesidades. Se sintió desafortunada de no ser como su amiga, y de no tener su familia.
Pero no fue por eso que internaron a Cristina en la clínica. Fue porque tres días después del pseudointento de suicidio de Cristina, su gran amiga y cómplice Laura, quién ya había sido dada de alta hace tres días por su "abdominoplastia", hizo un paro cardiopulmonar súbito y se murió. El informe de Medicina Legal decía que había muerto de una complicación llamada embolia grasa, o sea grasa que se mete a las arterias y pasa al cerebro, ocluyendo su oxigenación irreversiblemente y produciendo muerte cerebral.
Intentaron demandar al cirujano plástico y a la clínica, pero esta rara complicación ya había sido advertida, y aceptada como “riesgo poco probable, pero posible” de la intervención quirúrgica.
Legal- y éticamente, estos profesionales de la salud habían cumplido con lo preestablecido en estos casos.

Que la autoestima dependa de la opinión de los demás, puede llegar a ser un estigma mortal. Y que los medios reafirmen el estigma, en este caso, es un intento de genocidio en tercer grado.

El otro día volví a oír de Cristina. Anda más depresiva que antes. Pero ahora al menos sabe por qué sufre. Me llamó, pero me hice el indiferente, y el “orgulloso”, como dicen por ahí. La verdad aún no sé por qué me perturba tanto su recuerdo. Si es su sufrimiento o si es el mío.
Y sin embargo se con certeza, que ella es una mujer muy afortunada.
("Novelón ficticio")

sábado, abril 01, 2006

Síndrome dismórfico (primera parte)

Cristina se levanta y se ve al espejo. Está apenas a tiempo para ducharse, embuchar unos huevos con pan, tomar un café con leche y coger el bus para llegar a la universidad a tiempo. Pero está en el baño contemplándose en el espejo obsesivamente. Agarra un pliegue de piel de su abdomen, lo aprieta con rabia…, coge una regla y lo mide…, seis centímetros, uno más que hace un mes. Vuelve a medir para cerciorarse de que lo hizo correctamente, ahora son siete, quizás hasta siete y medio. En ese malabar pierde cinco valiosos minutos. Luego, ya no sabe que ponerse…, la camiseta ombliguera resalta aún más sus llantas…, la ropa que compró el mes pasado ya no le sirve, y pasan diez minutos más. Toca pasar al plan B rápidamente, y coger ropa prestada de la hermana, sin que esta se de cuenta…¿Desayunar? Ni hablar. “No mami, es que voy a llegar tarde y además la comida de ayer me sentó mal, creo que se me volvió a alborotar la gastritis…”.
De aquí en adelante volverá a la estrategia de la ensalada de frutas, y al viejo dicho de que le encantan las vitaminas, y que odia la pizza y las hamburguesas, y la grasa toda.
Y así será por siempre, de ser necesario…

Empiezo por decir que mostrar preocupación por un defecto corporal mínimo o inventado es el pan de todos los días de miles de hombres y mujeres en todo el mundo cuando se levantan por las mañanas, y se reconocen a si mismos en el espejo. Pero cuando la preocupación se convierte en una obsesión que interfiere con las actividades cotidianas, puede afectar gravemente la autoestima, y peor aún, llegar a alterar la salud, y las consecuencias pueden ir desde problemas para socializar hasta la muerte.

Basta con hojear algunas revistas por el estilo de CARRUSEL, ALÓ, CROMOS, SOHO o FUCSIA, para darse cuenta del gran impacto que tienen los productos de belleza y/o adelgazamiento tanto en la pauta publicitaria como en los artículos ahí contenidos.

La revista Motor, el suplemento de EL TIEMPO, que supuestamente es un magazín sobre motores, máquinas y carros, dedica buena parte de su pauta publicitaria a promesas comerciales de “ensanchar y alargar” el miembro masculino, agrandar los senos femeninos, realzar la cola…, en fin, el rendimiento mecánico y estético de la belleza, que establece un “performance” en la belleza y la moda en beneficio de toda una industria de miles de millones.

Es difícil diferenciar el acto humano, y quizás necesario, de preocuparse por el “look”, del acto suicida y antinatural de rechazarse uno mismo como especie. Por ejemplo, cuando uno discute con sus amigos sobre que vieja está como “buena” o “interesante”, o siquiera “está apenas para una noche...”, surge por unanimidad el concepto según el cual una mujer “bien arreglada”, se ve mucho mejor que una “desarreglada”. Pero a la hora de definir “bien o mal arreglada”, las diversas opiniones recuerdan la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein.

Luego, profundizando un poco más, los gustos son tan disímiles como a la hora de comer. Hay gente que odia la cebolla, hay quienes odian el ajo, incluso esa maravillosa verdura precursora indispensable para tantos platos y productos alimenticios procesados, llamada el tomate, es un insulto al paladar de muchos. En lo personal, no me gusta el pescado, y los mariscos menos. He sido insultado por mi “ignorancia gastronómica” en más de una ocasión, incluso por mis familiares más directos. La frase que más recuerdo es: “No sabes de lo que te pierdes”. Pero nadie extraña lo que no ha tenido.

Que no decir de la belleza. Que hay feas (y por extensión, feos), las hay. Pero lo que es feo para unos, es bello para otros. ¿Cuál es el sentido de esta reflexión filosófica sobre la belleza?

Simple. El sentido es que hombres y mujeres nos proyectamos hacia nuestros semejantes, e invertimos cierta cantidad de tiempo y esfuerzo para adquirir el guardarropa, cambiar de peinado o mejorar nuestra apariencia. Queremos agradarle a la gente, y ante todo, agradarle al sexo opuesto (bueno, los que somos heterosexuales, supongo que vale para todos).

Ser vanidoso puede ser un acto de importancia cotidiana para sobrevivir, como lo es alimentarse y dormir bien, o hacer ejercicio con cierta regularidad. Lo "feo" es que la imagen y la apariencia, como problemas de forma, vienen ganándole la partida al fondo, es decir, a la esencia de lo que realmente somos. Esto es válido no sólo en las relaciones afectivas de pareja, sino para el éxito profesional. Hasta en la política el parecer está venciendo al ser.

Cuando en la televisión y los medios en general nos bombardean con las imágenes importadas de la belleza ideal, salen a relucir los comerciales de pañales, todos con bebés ojiazules y monitos. Hasta para promocionar tampones femeninos o papeles higiénicos hay que cumplir primero con un “estándar”. Nada contra los monos, y menos contra las monas…

Después vienen las medidas ideales de belleza, que a un pintor renacentista lo hubieran dejado aterrado. Los graciosos contornos femeninos, y las caderas anchas, con sus rostros con mejillas rosadas, símbolos de la fertilidad y buena salud sexual de las mujeres, han sido reemplazadas por los cuerpos estilizados en forma de palillo de las modelos famosas. Nada contra los flacos, mucho menos contra las flacas, y muchísimo menos contra las modelos…

Pero cuando esta guerra imagenológica redunda en la firme idea de que una parte del cuerpo (o todo) es desagradable, o incluso repugnante, sus víctimas empiezan a sentir que “no hacen parte de la manada”, por ende sufren angustiosamente por su supuesta fealdad, e incluso, hacen sufrir a otros.

Volvemos con Cristina. El problema sigue progresando, y tengo la mala suerte de conocer a una mujer bellísima. Es Cristina, claro. Es algo ancha, quizás hasta gordita para algunos, pero a mi me encanta su sonrisa despelotada, sus comentarios “nada que ver”, su irreverencia, su naturalidad, su sonrisa…

Luego salgo con la susodicha, y me entero poco tiempo después, que el objeto de mi afecto está obsesionado con una imperfección de su cuerpo. Que es chancha, que tiene “un banano”, que esto o aquello. Soy forzado a prestarle atención y a darle una importancia desmesurada a sus defectos, porque si no lo hago, quiere decir que ella no me importa.

“¿De verdad te gusto? ¿A pesar de…?”.

Me pregunto que le pasa a Cristina. Por qué una mujer chusca e inteligente como ella no puede aceptar mis argumentos básicos, de que me gusta así como es ella…, sin la joda de si es gorda, claro está. En ese momento aún no me he enterado de que hay una tendencia obsesiva por abordar temas relacionados con el atractivo personal. Según la psicóloga mejicana María Elena Moura, algunas estimaciones muestran que el 45% de las quejas se centran en la forma de la nariz, aunque no se descarta la mención de abdomen, cuello, mandíbula, cabello, boca, senos, manos, piernas, glúteos, pies o genitales.

”La dismorfofobia tiene mayor incidencia en adolescentes de ambos sexos y, al parecer, guarda relación con las transformaciones de la pubertad, que comienzan hacia los 12 años de edad, aunque la mayoría de los casos severos se hacen evidentes durante la adolescencia, es decir, de los 15 a los 18 años. Asimismo, se calcula que el 1.5% de la población mundial sufre esta condición, pero los expertos insisten en que dicha cifra puede ser poco fiable debido a que muchos afectados tratan de ocultar su problema y permanecen en el anonimato.”

¿Problema viejo?
El síndrome dismórfico fue descrito por primera vez en 1886 por el psiquiatra italiano Enrique Morselli, quien le llamó dismorfia corporal, y en la actualidad se le clasifica dentro del grupo de los trastornos somatomorfos, es decir, aquellos en los que el paciente presenta quejas y síntomas físicos sin que los exámenes médicos demuestren la presencia de alguna enfermedad.

El origen del mal no está en los medios, sin duda. Según los resultados de las discusiones y transcripciones de los psiquiatras contemporáneos, casi todos los pacientes han sufrido algún tipo de burlas o señalamientos respecto a su cuerpo o alguna parte del mismo durante su infancia y, sobre todo, en la adolescencia, etapa en la que supuestamente la personalidad se encuentra en formación.

Pero como todos hemos sufrido burlas alguna vez, es más probable que el origen verdadero del problema sea la falta de malicia o de experiencia para defenderse de las agresiones verbales externas, como un comentario proveniente de los compañeros del colegio o de la universidad, algunas veces la misma familia, pues este es un mal contagioso. Y ahora, que la gente "madura antes" y entra con dieciseis a la universidad, no es difícil adivinar el grado de maduración emocional de los adolescentes de hoy, que inician su vida sexual alrededor de los quince años de edad, sin salirme del tema.


Aquí es donde entran los medios masivos de comunicación, como propagadores continuos de imágenes que acentúan la idea de que la “perfección” del cuerpo es una meta que se debe alcanzar a toda costa para triunfar en la vida y ser feliz. Por algo es tan famoso el adagio de que las “comparaciones son odiosas”, pues constantemente estamos conciente- o inconcientemente comparando nuestros rostros y cuerpos. Medimos cualitativa- y cuantitativamente que tanto estamos por encima o por debajo del promedio, y nos imponemos marcas. Que si tengo carro o no tengo, si tengo, entonces que si el motor de mi carro tiene más o menos cilindrada que el de mi vecino, que si el equipo de sonido tiene amplificadores y subwoofer. Que si la vieja con la que estoy saliendo está buena o no, que si se dice que está buena o no, que es que se parece a Paola Rey, pero la otra, a Natalia París. Las mujeres, por supuesto, muchas también manejan la "bolsa masculina" de acuerdo a los parámetros correspondientes...

Desde un punto de vista muy pragmático, todos sufrimos de éste síndrome, y tratamos de cumplir con los rígidos estereotipos de belleza que los medios nos proponen para ser aceptados. Hay quienes han rechazado al amor de su vida, por las preferencias de la apariencia de otros, tanto hombres como mujeres.

Si antes era pecado ser extranjero, de otra religión, pensar diferente, o ser artista, ahora es pecado ser viejo, mal vestido o feo. Pecado que sólo se puede compensar con mucho dinero y poder, a lo sumo. Si no se tiene, hay que aparentar "lo bueno", y ocultar "lo malo". Y si la persona en cuestión, no le agrada..., "maquíllela con Néctar".

En la próxima entrega, el epílogo de este artículo, y averiguaremos que ocurrió con Cristina*… (*personaje ficticio)