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jueves, mayo 24, 2007

Emmanuel y los otros (Editorial)

En abril de 2006 los periodistas María Elvira Samper y Héctor Abad Faciolince hacían sendas críticas a la integridad profesional del periodista Jorge Enrique Botero, por un libro escrito por él, y en el cuál el tema central era el nacimiento en cautiverio del hijo de Clara Rojas, secuestrada junto a la célebre ciudadana colombo-francesa Ingrid Betancourt. El bebé fue llamado Emmanuel. Se dieron múltiples especulaciones sensacionalistas en torno a la paternidad del menor, insinuándose que su padre era un cabecilla de la guerrilla de las Farc, y cuya cúpula declaró categóricamente que el niño “les pertenecía”.

El libro de Botero no aportó nada a la situación jurídica y humanitaria de los secuestrados en cuestión -como era de esperarse-, y resultó ser un novelón amarillista, como lo describieron magistralmente la Samper en la Revista CAMBIO y Faciolince en la Revista SEMANA en su momento, citados en un artículo del OIMC titulado Dándole duro a Jorge E. Botero. Aunque dentro de la pobre defensa que Botero brindó de su “magna obra”, quizás lo único cierto que se puede decir en su defensa es que su libro sirvió para que nos enteráramos de la existencia de Emmanuel. El caso de Emmanuel despierta más susceptibilidad en el público, por tratarse de un ser completamente indefenso, nacido en cautiverio, y cuya vida está en constante peligro, como es de suponerse cuando de la vida de un secuestrado se trata.


La vida de Emmanuel y todos los secuestrados es responsabilidad exclusiva de sus captores. Aunque el gobierno nacional, al igual que los gobiernos anteriores, ha demostrado ser un fiasco en muchos temas sensibles de la agenda pública, incluida su política de seguridad democrática, acertadamente ha rechazado las presiones foráneas como las del gobierno francés, que pretende intervenir en delicados asuntos de seguridad nacional, buscando un despeje territorial equivalente al del gobierno de Andrés Pastrana Arango, para conseguir la liberación de una ciudadana, que ahora resultó ser más francesa que colombiana. El aberrante ensayo de Pastrana en el que se despejó un área del tamaño de Suiza, so pretexto de lograr la paz con este grupo armado, sirvió para la continuación y ampliación geométrica de las actividades delictivas de narcotráfico, secuestro, muerte y extorsión.

Los otros secuestrados no tan famosos, como los diputados del Valle, civiles, policías y militares mantenidos en cautiverio bajo condiciones inhumanas, junto a los asesinatos de la población civil y sus desplazamientos, hacen poco viable un intercambio humanitario. Por supuesto el gobierno nacional tiene una gran responsabilidad en el orden público, y en el escándalo de la parapolítica, por los nexos entre políticos uribistas y los grupos de autodefensas de las Auc. Pero una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. La exigencia por la liberación de los secuestrados de las Farc ha de ser apolítica. El aberrante caso del cautiverio de Emmanuel sólo demuestra una vez más que a ningún grupo terrorista, llámese Farc o Auc, le interesa el bienestar de los colombianos.

No existe razón para declarar a los unos “secuestrados políticos”, relegando al resto de víctimas de este crimen a un estatus secundario de “secuestrados por extorsión”. Por eso el OIMC no puede adherirse al 100% al manifiesto del blog Libertad para Emmanuel, y de cuyas nobles y honorables intenciones no existe duda por parte del OIMC. Los colombianos clamamos por la libertad de Emmanuel y todos los secuestrados sin distinciones especiales de ninguna clase. Sería una vil infamia contra los secuestrados “no políticos” hacerlo de otra manera, y que a la larga redundaría en la odiosa pero cierta circunstancia del quehacer político nacional, donde hay secuestrados de “primera” y de “segunda”, de acuerdo a los intereses políticos de los involucrados. Ellos también tienen hijos y familiares de la edad e inocencia de Emmanuel, que claman por sus seres más queridos.

Todos los colombianos, y Emmanuel entre ellos, tienen derecho a vivir una vida libre y digna, y el estado tiene la obligación de garantizar la seguridad de todos sus ciudadanos, bajo el principio fundamental de que todos somos iguales ante la ley, y tenemos los mismos derechos y deberes. Además por mandato expreso de la Constitución Política de 1991, que es el mandato del pueblo, el estado tiene el monopolio de la fuerza, y el deber de intentar la liberación de los secuestrados por vías pacíficas, si las circunstancias lo permiten, o armadas, si no lo permiten. Es triste la situación, y ciertamente una operación de rescate puede ser riesgosa. De cualquier manera, con o sin acuerdo humanitario, la vida de los secuestrados y las esperanzas y desesperanzas de sus familiares, residen exclusivamente en las huestes de sus infames captores, y no del gobierno. Que no se nos olvide ese “pequeño” detalle. ¡Libertad para todos los secuestrados YA!

lunes, abril 10, 2006

Dándole duro a Jorge E. Botero

En los últimos días se ha dado un interesante debate alrededor del famoso libro del periodista Jorge Enrique Botero, que trata sobre el supuesto nacimiento en cautiverio de un hijo de Clara Rojas.
Por primera vez en mucho tiempo, afloran críticas sobre ética periodística a partir de los mismos protagonistas de la opinión nacional, y los medios de Colombia se cuestionan a partir de si mismos, de forma pública.

El OIMC se solidariza con los secuestrados y sus familiares, y también rechaza la explotación amarillista del dolor humano, bien sea con el fin de lograr un objetivo económico, político o simplemente egocéntrico.


La periodista MARÍA ELVIRA SAMPER de CAMBIO, por ejemplo, dio en el clavo cuando abordó el dilema de publicar las intimidades de Clara Rojas a partir del concepto del derecho a la intimidad:

“La publicación de Jorge E. Botero sobre Clara Rojas sólo alimenta el morbo nacional. Me parece sospechoso que haya soltado la noticia como avance del libro a punto de salir al mercado.(..) Triste episodio que salpica y pone en tela de juicio el trabajo de los periodistas.”

La columna de Héctor Abad Faciolince en SEMANA por su parte, abordó el tema de manera similar, aunque hizo más énfasis en el deber ser de la veracidad de los hechos. La indignación de Faciolince se basa en lo que considera la conversión y adaptación de los hechos a un libreto melodramático, o algo así:

“Pero una crónica no puede permitirse la libertad frente a los hechos que tiene una novela.(..) No hay respeto por la profesión del periodismo, ni por los lectores, ni por un tema serio y urgente como el del intercambio humanitario. Si al menos para eso sirviera este libro; pero ni siquiera, pues todo se disolverá en morbo y en chismes de peluquería, sin compasión por las verdaderas víctimas: las secuestradas, bien sea que hayan tenido niños o no."

¿No hay mal que por bien no venga?
La falta de profesionalismo, y valga decir, de humanismo de Botero, deja lecciones amargas. Nadie podría haberlo descrito mejor que María Elvira Samper y Héctor Abad Faciolince. Es poco lo que el OIMC tiene para agregar a este episodio de ficción amarillista.
Botero sin embargo tuvo algunos logros importantes, sin quererlo claro está. PRIMERO El país se acordó de que Ingrid Betancourt no es la única secuestrada del país, ni mucho menos, la secuestrada “VIP”. Botero logró poner al país a discutir sobre otras personas, cuyas vidas son igualmente importantes. SEMANA publicó un artículo de portada muy desgarrador sobre la madre de Clara Rojas, en el que ella afirmaba que de ser cierto todo esto, quería tener a su nieto en sus brazos. La gran pregunta es: ¿Hubiera publicado SEMANA dicho artículo, si no fuera por la “chiva” del libro de Jorge E. Botero? ¿No son dichos artículos de portada, los que “inducen” al consumidor a comprar la revista? Esto no es para cuestionar a Faciolince, sino al comité editorial de SEMANA. SEGUNDO El problema no es tanto que Botero publique o no intimidades de los secuestrados, como señala María Elvira Samper, sino que éstas crónicas, por la forma y el morbo como están descritas, atentan contra la dignidad humana. En entrevista para el canal RCN, justificándose a si mismo, Botero afirmó con razón que el país no debía olvidarse del drama de los secuestrados y sus familias, e insinuaba que el país y el estado tenían una especie de deuda o deber moral con estas víctimas, para estimular un eventual intercambio humanitario. Pero como bien lo reseñaron Samper y Faciolince, en otras palabras, “el fin no justifica los medios…, de comunicación”. Nótese el doble sentido del dicho. No sólo no fue ético, por su manera de presentar los hechos, sino que no contaba con el aval moral de la familia de Rojas. Aumentó la angustia de sus familiares, y de paso, no fue muy caballeroso ni elegante al revelar datos íntimos de la secuestrada, sin contar con el permiso de ella. TERCERO ¿Recuerdan el caso del niño balsero de Cuba, llamado Elián González, que se convirtió en un botín político de la revolución cubana? Pues Tirofijo ya reclamó la “mitad” del recién nacido, por haber nacido en “territorio revolucionario”. Es decir, la “patria potestad” del bebé, es ahora del padre guerrillero. ¿En qué beneficia esto a Clara Rojas y a su hijo? De nuevo te pifiaste, Botero. CUARTO ¿Por qué tan callados los columnistas de opinión de EL TIEMPO y EL ESPECTADOR, con respecto a este episodio periodístico? QUINTO Existe un paralelo “asombroso” entre Botero y el candidato presidencial Álvaro Leyva, en el sentido de que todos sus “potenciales logros profesionales” se basan en sus “buenos contactos” dentro de la guerrilla, y no en su idoneidad profesional. SEXTO ¿Cuántos libros venderá Botero finalmente? Si. Criticamos a Botero, y luego a la primera oportunidad adquirimos su libro en la esquina del semáforo. Bueno, si al menos los pobres vendedores ambulantes logran mejorar sus ingresos vendiendo ediciones piratas, habrá valido la pena. SÉPTIMO ¿Qué semejanza y qué diferencia hay entre los periodistas sensacionalistas, y los protagonistas de un reality? Semejanza: ambos “están para las que sea”, con tal de llegar a la meta. Diferencia: La dignidad en juego es la de los participantes mismos del reality, pero en el caso de Botero, la de los secuestrados y sus familiares.