jueves, octubre 11, 2007

Agenda ideológica (Editorial)

Empezaré por preguntar, ¿cuántas vidas humanas han de ser eliminadas impunemente, para que un protagonista de la historia sea calificado como asesino, y no como figura histórica revolucionaria? ¿O es que acaso se trata de una cuestión de agenda mediática? Porque a la hora de juzgar a los supuestos grandes líderes revolucionarios, o a viles dictadores, parece ser que tomar una vida humana puede ser justificable según el contexto ideológico o político del personaje de turno, y las preferencias de cada quién. Y se efectúan juicios históricos según la corriente ideológica de moda, donde algunos analistas pretenden investir a oscuros protagonistas de la historia, de cierto tipo de humanidad, en un caótico ejercicio de relativismo moral.

Esto no es cuestión de ser de derechas o de izquierdas. Crímenes de guerra, y abusos execrables sistemáticos contra los derechos humanos elementales los ha habido tanto en la Cuba de Castro como en la Chile de Pinochet. La discusión sobre las formas de acceder al poder, o sobre los mecanismos de participación política, y también sobre el sistema económico, sin duda alguna se correlaciona estrechamente con las tendencias políticas de los participantes en tal discusión. Pero a la hora del té no tiene nada que ver con la forma en la que un político dado trata de imponer su visión de democracia al resto de su comunidad. Hay una distancia infinita entre el socialismo moderado del ex presidente francés Francois Miterrand, y el socialismo estalinista absolutista, por ejemplo. Hay una distancia aún mayor entre el socialismo sueco, y el socialismo chavista. Pero además hay regímenes comunistas, donde las libertades políticas son inexistentes, en contraposición a las libertades económicas, que son casi plenas, como es el claro caso de la República Popular de China.

En un interesante artículo, el columnista político Carlos Raúl van der Weyden Velásquez nos da su visión retrospectiva sobre el líder revolucionario y guerrillero marxista Carlos Ernesto ‘Che’ Guevara. El artículo se titula “Basta de idolatrar asesinos”. Palabras más, palabras menos, el autor expone una serie de argumentos históricos, como los crímenes de guerra efectuados por el ‘Che’, para ilustrarnos de una u otra manera como este revolucionario perdió su asidero moral precisamente por dichos crímenes contra la humanidad, junto a otras cuestiones biográficas reprochables. Por supuesto que el artículo levantó polvareda entre todas las tendencias ideológicas, pero especialmente entre algunos columnistas que han pretendido mostrar un perfil de “izquierdistas moderados”, a la vez que mediante una complicada argumentación dialéctica tratan de relativizar la condena histórica del ‘Che’, tratando de demostrar que hizo sus “aportes” a la lucha por la igualdad desde su proyecto político. Aquí algunos apartes de esos argumentos:
(..) Si el Che fue un asesino, o no, depende de quien lo mire. Y de la manera como lo haga. Y de la ideología del juez. Asesino ha sido Castro y fue Pinochet y lo es Bush desde su trono inmaculado. No creo que el Che esté en la misma línea. Me parece. El Che defendió equivocadamente unas ideas y murió por ellas. Así lo podemos ver ahora. Sin la fanfarria comercialista ni los golpes de pecho de los arrepentidos. (..) Carlos Uribe de los Ríos

(..) El título, con tinte amarillista, no deja dudas. En vez de algo así, como “El Che, un mito desdibujado” o “Un icono de papel”, que podría reflejar la intención del artículo de mostrar un hombre convertido en artículo publicitario e inmaculado pese a sus errores u horrores, de entrada vocifera: “Basta de idolatrar asesinos”. Si este es el título, el cuerpo del artículo no puede ser distinto. De entrada atosiga de adjetivos las frases, calificando a los que lo idealizan y alaban como personajes de una izquierda “trasnochada, radical y tirapiedra”, y al personaje lo reduce a un “exitoso asesino y represor”. ¿Su fuente? Una de tantas páginas que interpretan la historia a la luz de sus pasiones y sus odios, acomodando los hechos a sus argumentos. (..) Marsares en “El ‘Che’ más allá del blanco y el negro”
Interesantemente, sin embargo, los detractores de Weyden empezaron por condenar la forma inhumana como murió el ‘Che’, indignados por el antecedente de cómo terminó sus días el susodicho cuando fue capturado, cercenado y ejecutado en manos de un comando del ejército boliviano. Alegaban –y con razón- que incluso un criminal de guerra –suponiéndose que lo fuera, según ellos-, tenía derecho a un juicio y a que se respetaran sus derechos humanos más elementales. Por ende, no dudaban en calificar su asesinato como un crimen de lesa humanidad, a la luz del entendimiento actual sobre las normas de la Convención de Ginebra, y por supuesto, de la interpretación más elemental de los derechos humanos.

Y era la violación sistemática y repetida de esos derechos precisamente, de la cual partía Weyden para ilustrarnos su tesis última, ampliamente debatida y universalmente aceptada, de que no se puede pretender acceder al poder de forma legítima, practicando a la vez “todas las formas de lucha”. Es que hasta el senador del Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro –un ex guerrillero reinsertado a la vida civil, y acérrimo opositor del gobierno-, reconocía que era un deber denunciar los crímenes de la guerrilla de las Farc como eso precisamente, crímenes. En últimas, se trata del principio elemental de la deslegitimación de cualquier tipo de violencia como vía de acceso al poder. Pero especialmente el asesinato selectivo a sangre fría, venga de donde venga.

Peor aún, ¿con qué asidero moral pueden aquellos izquierdistas que se creen demócratas, criticar la gestión del actual presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, cuando a la hora de calificar crímenes, señalan de forma directa o indirecta, que el contexto ideológico o político funciona como un “atenuante” -en otras palabras- de crímenes de lesa humanidad en el caso del ‘Che’? Porque eso se infiere por necesaria lógica al analizar el “contrapunteo” de los que critican a Weyden. Es cierto que hay unanimismo por los lados del uribismo. Pero si por allá llueve, por los lados de la izquierda nada que escampa. Por supuesto, para evitar caer precisamente en el terreno de las generalizaciones y unanimismos, y que los detractores de Weyden tratan de usar como argumento a su favor –cuestión no sólo polémica, sino elementalmente contradictoria-, hay que señalar que precisamente hay personas concientes del peso de la historia tanto en la derecha como en la izquierda. Para mayor ironía, Weyden no es de derecha, precisamente. Todo lo contrario. De pronto lo que pasó simplemente fue que este autor no se comió el cuento de la película “Diarios de motocicleta”. Vaya uno a saber.

De cualquier manera, en ese ámbito ideológico bipolar, donde se es “bueno o malo”, según se pertenezca o no a una corriente ideológica determinada, y no según el respeto a las normas de convivencia ciudadana, se vuelve relativa la praxis política con ética, y que por definición necesariamente se basa en el respeto a las leyes y el respeto a la vida. Extrapolando esta realidad al contexto político colombiano, no es de extrañarse que el presidente de Colombia goce de tal grado de popularidad. Porque si las opciones políticas se limitan a escoger entre el unanimismo uribista, y el unanimismo contradictorio de la izquierda colombiana, pues mejor se queda uno con “malo conocido que bueno por conocer”.

Al fin y al cabo, la fórmula izquierdista de los defensores del ‘Che’ no propone nada diferente a repetir las hazañas del ex presidente Andrés Pastrana Arango, la era en que nuestro país era considerado inviable por todas las agencias y organismos internacionales relevantes del mundo. Y si bien el relativismo moral de los partidarios del gobierno no dista mucho del de sus opositores, hagan cuentas, a ver cuántos secuestros y asesinatos hay ahora, y cuántos había antes. Esa también es una cifra contundente, que afecta la realidad de los derechos humanos en Colombia, y que señala claramente, que si bien la impunidad sigue por las nubes, nunca estuvo tan alta como durante el gobierno Pastrana o anteriores. Verdad que con el mismo método relativista que enaltece al Che, el ex presidente Pastrana pretende deformar para hacernos creer a los colombianos que el suyo fue un gobierno magnífico. Gobierno de éste último que consideró en su momento que había que sentarse a dialogar con ciertas “figuras históricas” inspiradas por el ‘Che’, porque su forma de lucha tenía asidero ideológico.

Curiosamente la primera opinión divergente del artículo de Weyden vino desde la derecha. El comentarista, un anónimo con el pseudónimo de “curioso”, le preguntaba a Weyden por qué había involucrado en sus definiciones de políticos extremistas al controvertido Álvaro Vargas Llosa. Porque Weyden afirma en un aparte que: “A pesar de que el recuento lo hace un ultraderechista fanático como Álvaro Vargas Llosa, no sorprende que nadie haya salido a refutar lo dicho hace un par de años por el hijo del famoso escritor peruano en una revista gringa, y más bien se limiten a decir que "otros" han cometido crímenes peores, como si eso hiciera justificables las masacres que ordenó el Che.” A lo que el anónimo responde: “¿Por qué Álvaro Vargas Llosas es un ultraderechista fanático? ¿Qué razones tiene para afirmar eso?” Y razón tiene el comentarista anónimo, pues el punto central del debate propuesto es si la criminalidad se justifica como mecanismo para acceder al poder en el caso del ´Che’, o cualquier otro caso.

Y el hijo del famoso escritor peruano, ciertamente ha participado y opinado en política adhiriéndose a los más estrictos principios que establece la democracia occidental, más allá de que sus ideas políticas sean de derecha, o sean políticamente correctas o no, según la opinión de cada quién. Quizás sea ésta la única contradicción fundamental de Weyden en su escrito, en mi opinión. Por último, cabe señalar que “la joya del debate” en cuestión fue cuando se le calificó a Weyden de “libelista”. Reconozco que tuve que consultar el diccionario para averiguar si tan castiza y tan misteriosa palabra acaso existía. Y sí existe. Bueno, al menos aprendí algo. Es un sinónimo de “calumniador”. Como quien dice, se calumnió al ‘Che’ por señalar verdades tan vanas y sencillas, como que fue el autor de crímenes de lesa humanidad, cuestión última que los críticos del artículo en cuestión no negaron en cuanto a los hechos, sino en cuanto a la justificación histórica de tales actos. Por fin supimos gracias a estos ilustrados críticos y detractores del artículo de Weyden, qué carajos quiere decir “dialéctica materialista”. Dejémonos de pendejadas.

Actualización del 12/10/07: Lea en EL TIEMPO: Estudiante de Universidad Nacional perdió un ojo en disturbios por conmemoración de muerte del Che (Octubre 11 de 2007)

4 comentarios:

Mauricio Duque Arrubla dijo...

A los tiranos de izquierda se les recibe como héroes en los países democráticos. En cambio a los de derecha se les trata como debe ser. Nos hace falta, a la humanidad, dejarnos de convencer por entelequias revolucionarias que lo único que hacen es distraer el foco. Castro es tan asesino como Pinochet, el Ché tanto como Videla.

Y no digamos del gobierno asesino de China al cual todo el planeta le rinde pleitesía por ser el dueño de las cadenas productivas (casi exclavas muchas veces).

EDITOR GENERAL (THL) dijo...

Mauricio: Obviamente no podría estar más de acuerdo. Gracias por el comentario.

Anónimo dijo...

No soy capaz de entender por qué se arma todo un lío sobre un concepto tan simple: LA VIDA ES SAGRADA. Quien use la violencia como herramienta - a veces única - para alcanzar sus objetivos está lejos del heroísmo.

Claro, hay casos y casos: si atendemos a la leyenda, ¿se puede considerar a Leonidas un asesino? Por suspuesto: mató mucha gente. Pero en el incidente más famoso que le involucra, la escaramuza de las aguas calientes, estaba defendiendo su propio reino de invasores agresivos. De todos modos, no dejo de pensar que quizá hubiera otro medio para alejarlos sin violencia... o tal vez no, simplemente porque esta pobre humanidad desde su origen está tan envuelta en la escalada de la violencia que salir de ella es imposible. Y la gran mayoría de nuestros "héroes" caen en la misma categoría: el Rey Arturo, un vil asesino de niños, según la leyenda. Carlomagno, Orlando, Robin Hood, D'Artagnan... todos mancharon sus manos con sangre, muchas veces de manera innecesaria. Y antes de que alguno de los trolls habituales caiga con su andanada de insultos - sutiles o no - por mencionar personajes de dudosa autenticidad histórica, lo hago porque son héroes reconocidos de la tradición occidental. Y no son más que asesinos, punto. Y eso no tendría que molestar a nadie: es una simple verdad, tanto como la que califica al Che Guevara como uno más de la misma caterva - y con muchas menos razones para quedarse como modelo, porque los héroes son eso: modelos a seguir. Y no es admisible que los modelos a seguir dispongan de la vida humana como una simple estrategia de guerra.

Anónimo dijo...

Es increible que se idolatre a un asesino (porque independiente de sus ideales y bla bla bla el che fue un asesino)en vez de recordar con la misma intensidad, por decirlo de alguna manera, otros personajes históricos que SI APORTARON, llámese Isaac Newton, Sebastian Bach, Carl Friedrich Gauss u otros...
Lástima...