
Ahora bien. Hay por estos días, un escándalo mediático en Colombia (bueno, en realidad hay varios, como siempre) que gira alrededor de la publicación hecha por esta revista de una modelo colombiana llamada Alejandra Azcárate, rodeada de unos cuantos políticos oportunistas y pantalleros, todos en pelota, parodiando el motivo original del cuadro italiano de Leonardo Da Vinci de La última cena. El artículo se titula La Pasión de Alejandra Azcárate.
A partir de este incidente, algunos ciudadanos “laicos” decidieron interponer una acción penal contra Daniel Samper Ospina, el director de la revista, por intermedio del abogado Sergio Reyes. El argumento es que SOHO habría vulnerado el artículo 203 del código penal colombiano, que declara como hechos punitivos los daños o agravios a personas o cosas destinadas al culto. Como se podrán imaginar los lectores, se ha desencadenado una lucha ideológica entre los supuestos defensores de la fe, y los supuestos defensores de la libertad de expresión.
Si impera la razón, el caso será archivado, y no merecerá sanción penal alguna. Y en eso estoy de acuerdo. En lo que no estoy de acuerdo es en el manejo del problema como uno de simple “libertad de expresión”.
Haciendo uso de mi derecho a la libre expresión, considero sin embargo, que tanto las fotos como el relato del escritor Fernando Vallejo, tenían la clara intención de lesionar y ofender la dignidad de los católicos. Aunque soy católico, no soy muy practicante, y si voy a misa una vez cada cinco años es mucho, de manera que voy a tratar de demostrar mi tesis por medio de una razón pragmática. Pero primero repasaré las opiniones más relevantes que pude hallar con respecto a este tema.
La posición de los demandantes
Según apartes de la Revista SEMANA, y que pertenece a la misma empresa de revistas que la ya mencionada SOHO, la posición de los “laicos” es la siguiente: “No queremos verlos en la cárcel. (..) Sólo queremos que el Estado se pronuncie y prohíba este tipo de publicaciones que violan el derecho constitucional a la libertad de cultos”. Castro, como los demás querellantes, considera que el texto de Vallejo con las fotos de Azcarate es “muy agresivo para el cristiano comprometido”. “Que Alejandra haya representado a Cristo es una agresión a nuestros símbolos religiosos. El vía crucis también fue burlado”.
La posición de SOHO
En un comunicado oficial de SOHO, el director de esta revista pide disculpas, pero hace énfasis en que no se arrepiente: “Ofrecemos excusas a quienes hayamos podido ofender. Pero no nos retractamos. Porque para la revista, las fotos y el artículo son, aun después del escándalo, lo que fueron desde un principio: una libre expresión artística, una narración estética que nunca quiso ser ofensiva. Y de una propuesta como la que publicamos, y a la que admiramos por su creatividad y belleza, es imposible retractarse.”
La posición de los medios independientes
El periodista, académico (y amigo cibernauta, que espero siga siéndolo si llega a leer esto) y bloggero colombiano Víctor Solano, en su blog ¿COMUNICACIÓN?, manifiesta lo siguiente: “Independiente de la calidad del texto y de la producción de este artículo, un ataque frontal a la libertad de los medios es cuestionable desde todo punto de vista. ¿Se deben defender todos los artículos publicados en un medio? No, no lo creo, pero cuando los argumentos no se basan en la veracidad sino en una discusión moralista, pierden peso. No defiendo tampoco a un amigo, defiendo la libertad de expresión.”
Importante para mí resaltar el argumento moralista, porque la moral es un término muy manoseado estos días, por todos nosotros. Sé lo que piensa la mayoría de la gente que favorece la libertad de expresión, pues yo mismo soy uno de ellos. Pero la cuestión no es tan simple.
Veamos otro ejemplo de opinión, muy representativo de los medios independientes. Quiero aclarar que no estoy tratando de ser cínico o irónico al emplear el término “independiente”, pues de verdad estos son medios independientes, de gente que yo admiro. Este extracto es del blog LA COLUMNA de Julián Ortega: “La doble moral de la Iglesia Católica no tiene límites. Durante más de 2.000 años ha matado, violado y robado en nombre de Dios (no es la única, claro está), y sigue como si nada. El poder que detenta es mayor a su coherencia y a su "sincronía" con los valores que la religión católica, desprovista de la sarta de mentiras conocida como "dogmas", promueve. (..) Cuando les conviene, el aborto les sirve, como cuando unos guerrilleros del antiguo Zaire violaron a unas monjas por allá en la época de Pablo VI. Montini, ni corto ni perezoso, les dio vía libre."
Ahora si, mi opinión
El problema SI es de moral. Pero no la doble moral de los obispos burócratas de la Iglesia, ni de los fanáticos religiosos, no. Hay una razón fundamental por la que me identifico con el catolicismo (a pesar de todo): no es el Papa, no es el OPUS DEI, ciertamente, ni mucho menos quienes consideran más grave el aborto, o el matrimonio gay, o lo que sea, que las flagrantes violaciones masivas al derecho intyernacional humanitario, por parte de las Auc y las Farc. Por éstos últimos han sido imputados una buena cantidad de terroristas de extrema derecha y de extrema izquierda. Ciertamente, tampoco me explico que asesinos, como un tal Garavito, que ha confesado haber violado y matado a 126 niños, y que ahora se convirtió en alguna secta cristiana, que ya lo declaró “perdonado”, no sean excomulgados automáticamente de cualquier religión.
Pero es que yo no soy católico por estos personajes. Mi ejemplo moral, aunque sea incapaz de seguirlo, son el padre centroamericanoArnulfo Romero, o el padre colombiano Rafael García Herreros. Claro, y está el padre Jesús Adrián Sánchez Coy, cura párroco del corregimiento El Limón, de Chaparral (Tolima), vilmente asesinado el 19 de agosto de 2005 porque estaba evitando el reclutamiento de niños y niñas en la guerrilla y las autodefensas.
Mi pesar, y mi solidaridad, van con millones de desamparados, que han perdido a parte de su familia, quizás en alguna guerra, quizás por una enfermedad. El mundo está tan lleno de injusticias, que creo que no hay necesidad de convencer a nadie en este sentido. Muchas de estas personas no tienen ni para comer. Algunas se aferran a una estampa del Niño Dios del Veinte de Julio, para no caer en el desespero. Van a la Iglesia, para oír algunos coros, recibir la bendición, quizás para no sentirse solos. Ellos no tienen dinero para ir al psicoanalista y contarle que vomitaron la langosta del almuerzo, porque les angustia ser obesos. Les reconforta la verdadera santidad del joven cura párroco, o la monja misionera que se aventuraron a ir a lugares inhóspitos de la geografía colombiana, o barrios miserables en la periferia de Bogotá, a los que la mayoría de nosotros no se asomaría ni por todo el oro del mundo. Y donde la ausencia del estado es característica y permanente.
Esos seres sufridos, vejados y humillados, personas de carne y hueso, que a pesar de sus propias falencias humanas y físicas, están verdaderamente dedicadas al servicio del prójimo, y por ende de DIOS, esas son las que le dan el valor sagrado a la cruz, al altar, a la Iglesia, y todos los demás símbolos religiosos.
Como los cuarenta feligreses y su párroco, que fueron exterminados cobarde- y vilmente en Bojayá (Chocó), en el departamento más miserable de Latinoamérica, por la guerrilla. Y fueron asesinados entre las cuatro paredes de su capilla. Ese lugar, por supuesto, es sagrado para mí. Sé que para SOHO no lo es, y seguramente habrá quienes consideren que "una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa". Están en su derecho, por la libertad de expresión.
Me pregunto, ¿de qué les sirve a los marginados la libertad de expresión, si ni siquiera saben leer o escribir? Pero acaso, sólo sus muertes brutales merecen ser contadas y desplegadas por la prensa. Si mueren de hambre o abandono, acaso merecerán un pequeño titular en la sección de estadísticas demográficas. Esa es una realidad mundial.
El comité editorial de SOHO sabía perfectamente que esto ocurriría, y que una vieja sin neuronas, eso sí de cuerpo escultural, no lo niego, vende. Y vende mucho más aún, si se le asocia con algún escándalo mediático. Para ellos es una cuestión de dinero, no de libertad de expresión.
Sin embargo, si yo fuera juez del caso, como ya decía, no me quedaría otra opción que archivar el caso, pues también soy amigo de la libertad. Y sé que Dios le diría al juez que está haciendo lo correcto al hacerlo, y que esa es su voluntad.
Pero además a los verdaderos católicos este escándalo les importa un comino. Primero porque saben que la libertad de expresión, también es un derecho sagrado, aunque no lo diga la Biblia explícitamente. Un buen católico es tolerante. Dicen que Jesucristo vino a salvar pecadores, y no a quienes creen que su salvación es un hecho incontrovertible.
Algunas reflexiones finales
Los “laicos” le hicieron un flaco servicio a la causa de la fe. Era su deber saber que la libertad de expresión es sagrada, igual que la religión, y que por tanto, lo que debieron haber hecho es un debate amplio sobre el papel de los medios de comunicación para una sociedad más justa y menos superficial en sus valores morales. Deberían reivindicar los derechos más urgentes, los de los necesitados, no los de la élite que cree poseer la verdad moral. Y su deber era preponderar el verdadero significado de los símbolos religiosos. Lo único que lograron es ayudarle a SOHO y a SEMANA a vender muchas más revistas.
En ese sentido, con el periodista que mas coincido, es con Óscar Collazos, de EL TIEMPO, quien manifestara que: “Los creyentes de todas las religiones deberían aceptar que la grandeza de la fe es como una fortaleza blindada: pueden asediarla y hostigarla pero no destruirla. ¿Por qué entonces esa histeria defensiva? ¿O es que no es tan fuerte la fe? ¿Es tan frágil que, para preservarla, hay que defenderla con las leyes que juzgan los crímenes pero que, al mismo tiempo, garantizan la libertad y la tolerancia? En muchos sentidos, somos una sociedad que se resiste a salir al campo abierto y complejo de la modernidad. Agrarios sin reforma agraria, dijo un amigo ocurrente. Somos, al mismo tiempo, una sociedad plagada de hipocresías: con demasiada frecuencia, profesar una fe no es garantía de integridad moral.”
Lo anterior es muy cierto. Tanto, que los hombres y mujeres "verdaderamente justos de todo el planeta" (y que no pregonan que lo son), esos que sin ambigüedades ya se ganaron un lugar en el cielo por su entrega al otro, están demasiado ocupados para dedicarse a este ridículo debate. Por supuesto, yo mismo no pertenezco a esa categoría, pues claramente estoy tomando parte en el debate. Pero al menos se que por fuera de mi “casa de cristal”, hay gente mejor que yo, y demasiado ocupada por llevar consuelo al afligido, por brindar techo al desamparado, o alimento al necesitado. Y eso es mucho más de lo que se puede decir de los fundamentalistas religiosos, o de los periodistas de SOHO.
Esa es una verdad moral