miércoles, noviembre 08, 2006

Cuando la deserción no es una opción

“Por supuesto que la gente no quiere la guerra. Pero después de todo, son los líderes de los países los que determinan la política. Siempre es una simple cuestión de manipular al pueblo, sin importar que se trate de una democracia, una dictadura fascista, un régimen parlamentario o una dictadura comunista. Bien sea con voces a favor o en contra, la gente siempre responde al clamor de sus líderes. Es fácil. Todo lo que usted tiene que hacer es decirles que están siendo atacados, y denunciar a los pacifistas por su falta de patriotismo, y por exponer a su país a un peligro mayor.”
El que oiga estas palabras por primera vez creerá, quizás, que fueron emitidas por un analista político, o algún sociólogo dedicado al estudio del fenómeno de movilización de masas con fines bélicos, o un pacifista, o algo así. Estas palabras sin embargo, fueron expresadas por Hermann Göring, líder político y militar del partido de los nazis del Tercer Reich, y comandante de la Luftwaffe. Fueron pronunciadas durante su enjuiciamiento por crímenes contra la humanidad en Nuremburgo (Nürnberg).

Este brillante estratega militar, y quien evidentemente no puso su inteligencia al servicio de la humanidad, expresaba así un paradigma de la historia contemporánea, que de forma trágica y muy práctica probó no ser una teoría, o interpretación acomodada de la Geopolítica, sino la cruda realidad. De hecho fue eso lo que se hizo (entre otras cosas) para llegar al control totalitario del estado alemán. Lo de la dictadura nazi es bien relativo, pues desde el punto de vista de la población civil alemana, Adolfo Hitler fue elegido libremente por amplia mayoría como su canciller en unas elecciones limpias y democráticas, más allá de que esta ceguera e histeria colectiva por recuperar e imponer la supuesta superioridad moral, cultural y racial, llevara a tan fatal resultado.

La dictadura fue de las fronteras alemanas hacía afuera, nunca hacía adentro. El régimen nazi no fue derrotado por revolucionarios alemanes, sino por guerreros de naciones bien alejadas de su realidad. Tan democráticas y libres fueron estas elecciones alemanas, que en 1938, cuando se iniciaría la ofensiva alemana de anexión de territorios, lo hacía con el beneplácito de los Estados Unidos, Reino Unido, Rusia e Inglaterra, entre otros.

La tragedia se fraguó desde antes
A Chamberlain, el Primer Ministro de Gran Bretaña, no le fue difícil triunfar sobre su rival, Winston Churchill, e instalarse en el poder bajo la prebenda de que era preferible una mala paz que una buena guerra. Aunque la historia juzgaría más tarde a Chamberlain por su beneplácito con el régimen nazi, muchos desconocen que las políticas parlamentarias son de consenso, y los tratados y leyes que salen del legislativo británico, deben ser aprobadas por la Cámara de los Lores (aristócratas) y el rey (o reina misma), además de la Cámara de los Comunes (pueblo raso). Chamberlain era el líder de un “consenso democrático”, y no un político que actuaba bajo su propio criterio personal.

Por los lados de la Unión Soviética la cosa no era tan complicada, pues era un tratado de neutralidad entre dictadores. Francia también fue invadida bajo el beneplácito de su régimen central, aunque no de buena parte de su pueblo. Técnicamente el general Charles De Gaulle, al oponerse a esta decisión, y declarar y llamar a la resistencia civil y armada, estaba conspirando contra un gobierno legítimo, elegido por las urnas democráticas. Que Estados Unidos entrara decididamente a la guerra el 7 de diciembre, se lo debemos al Imperio del Japón y su ataque a Pearl Harbour. ¿Paradojas?

De cualquier manera en el frente aliado los políticos también empezaban a declarar que sus estados y forma de vida estaban amenazados. Pero más allá de que la corrupción política no reconozca credos, naciones o ideologías, esta vez la amenaza era cierta.

Por patriotismo, o por sobrevivir, o cómo lo quieran llamar, las campanas de la guerra sonaban sin ninguna alternativa diferente que la de pelear la guerra. Desmantelar ejércitos, o declarar el estado hippie del “haz el amor, y no la guerra”, hubiera llevado a un mundo mucho peor al que tenemos, y salvo algunos neonazis, o integrantes del KuKuxKlan, o incluso, otros partidos fascistas en expansión, sobre todo en algunos países árabes y suramericanos, además de Japón, claro está, muchos decidieron definir esta guerra como un cruzada entre el bien y el mal, y aunque no de forma explícita, se reconocía el grave error de no haber intervenido en el asunto antes.

¿Antes de qué? Pues antes de que asesinaran y torturan millones de judíos, europeos orientales y opositores del nacional-socialismo. Pero a la vez que se especula sobre los diferentes escenarios militares y políticos paralelos que hubieran sido posibles, también se especula que la suerte de quienes tenían la visión para anticipar el desastre, era precisamente la misma que sufriera el genio político que fue Winston Churchill. Fue necesario que hubiera una agresión militar directa, un par de años despues, mediante la brillante estrategia militar nazi de la guerra submarina y de bombardeos con cohetes, para que Gran Bretaña entendiera que la libertad no es un bien negociable y algunas guerras ineludibles. A Chuchill le tomó tan sólo unos segundos anticipar esto. Negociar con el enemigo en estas circunstancias era alta traición. Desertar en estas circunstancias era capitular.

La objeción de conciencia
Bertrand Russell es el padre natural de la objeción de conciencia. Cuando la sugirió, el recuerdo de la segunda guerra mundial estaba aún muy fresco. La mayoría de personas no entendían la objeción de conciencia, y creían que se trataba de un estímulo a la deserción de las fuerzas armadas. Y por la experiencia reciente, era claro que, si hacer parte del ejército era una libre elección, estaban amenazadas la soberanía e integridad territorial británicas.

Russell fue injustamente tildado de “antipatriota” en su momento, y la gente no quería escuchar un discurso racionalista sobre su derecho a no empuñar un arma contra ningún semejante, aunque fuera el más feroz de los enemigos. En tiempos de guerra el “estás conmigo o contra mí” es un sistema práctico de descarte moral, pues la prioridad es vencer cuanto antes y volver a casa, con o sin medallas en el pecho, pero volver vivo y completo.

Pero Russell era un humanista, liberal y librepensador, al que los ataques sólo lo estimulaban más a demostrar la gran diferencia que hay entre traicionar su país, el desertar (con todas sus variantes causales) y la objeción de conciencia. Le faltó pragmatismo para entender la previsible reacción de rechazo de sus coterráneos, que entendían que el esfuerzo por librar una guerra era un acto heroico, y que esta idea deslegitimaba ese heroísmo y ese sacrificio humano desde el punto de vista de ellos. Era como decirle a la viuda, o a la madre que perdía a sus hijos en la guerra, que su sacrificio no había servido a ningún noble propósito, y que todo había sido en vano. Las heridas de la guerra estaban muy frescas aún, y fue malinterpretado, entonces. Valga decir que el servicio militar obligatorio fue derogado en Gran Bretaña en 1963, finalmente.

Otro problema ético importante de la guerra fueron como siempre los medios empleados para lograr el fin. Y si bien las naciones más o menos libres del planeta proclamaban la necesidad de una victoria aliada para lograr la paz mundial, la historia condena a los Estados Unidos por emplear la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.

Y es que dicen que las guerras sacan lo peor y mejor del ser humano, en este caso lamentablemente fue lo peor. Y esto estimuló una guerra armamentista entre las potencias hegemónicas, que no renunciarían a esta arma para quedar en desventaja frente a los norteamericanos. Y el ciclo de ires y venires, la guerra ahí si catastrófica e injusta que los EEUU iniciaran en Vietnam, ha conllevado al desarrollo de al menos 8 países con capacidad nuclear, y una capacidad combinada para destruir al planeta cincuenta veces.

Después de estas guerras si no cabía duda de que el sacrificio de vidas humanas fuera inútil, si los móviles de la guerra eran ilegítimos. La frase de que “esta no es mi guerra” tomó fuerza al ritmo del rock & roll, la marihuana, y la conciencia de la libre autodeterminación.

Ahora la posibilidad de una tercera guerra mundial si llevaría a una justificada actitud antibelicista. La revolución del pueblo contra los gobiernos de sus estados no se hubiera hecho esperar, de haberse mantenido la obligatoriedad del servicio militar. Por eso el servicio militar obligatorio ya no existe en la mayoría de naciones europeas, y en Norteamérica. Eso no es gratuito.

En estos países por tanto, la objeción de conciencia, tal y como fue concebida originalmente, ya triunfó hace rato. Sin embargo ahora hay un “nuevo tipo” de objeción de conciencia. Es la objeción de quien ya está en una fuerza armada, y durante el proceso de una guerra, se niega a obedecer órdenes, si las considera política-, ética- o religiosamente incorrectas.

La nueva objeción de conciencia
Valga decir que si se hace una mención más profunda de las fuerzas armadas británicas no es necesariamente porque sean las más atrasadas en el tema. Por el contrario, la información es más abundante y accesible, incluso podría decirse que hay más libertad de información entre los británicos, que en las Américas u otras latitudes.

Hecha la aclaración, hay un procedimiento para los soldados profesionales británicos que quieran ser liberados del servicio de armas por motivos de objeción de conciencia:

“El trámite se establece en la Instrucción No. 6 (D/DM(A) 7/5/3(M1(A)) “Licencia o baja por motivos de conciencia”. La norma se aplica a todos los miembros activos del ejército de tierra, incluidos los de tiempo parcial y en la reserva. El Ministerio de Defensa considera la Instrucción como documento confidencial y está prohibido hacerla pública fuera del ejército de tierra. Se cree que hay instrucciones similares en la marina y el ejército del aire, pero se desconoce su contenido. Según dicha Instrucción, los motivos religiosos, morales o políticos de objeción de conciencia pueden calificarse como razones para la objeción de conciencia y pueden conducir a la baja honrosa de las fuerzas armadas. Esto incluye motivos de conciencia contra determinadas campañas, como la intervención de las fuerzas armadas británicas en Irak.”

El problema del procedimiento de solicitud de objeción de conciencia es que es confidencial. Es muy difícil llevar estadísticas, o hacer seguimientos, pues según esta misma fuente los miembros activos de las fuerzas armadas deben dirigir una solicitud por escrito a su comandante. Ahora bien. Como entraron voluntariamente, se presupone que no todos los actos del servicio requieren dar de baja. Por ende la solución es un traslado a otro sitio, o campo de acción, según el caso:

“El comandante realiza una entrevista al solicitante. Al solicitante se le puede pedir que proporcione pruebas, que podría ser una declaración sobre la sinceridad del solicitante hecha por un religioso o alguien que conozca bien al solicitante. El comandante habitualmente consulta al capellán castrense sobre la sinceridad de la solicitud, independientemente de si la solicitud se basa en motivos religiosos o no. El comandante envía entonces un informe al comandante de división. El informe incluye la recomendación sobre si la solicitud debe o no ser aceptada.”

Si la solicitud se rechaza, hay dos instancias de apelación. Primero el Committee on Conscientious Objection (ACCO) (Comité Asesor sobre Objeción de Conciencia):

“Se trata de un comité independiente de civiles designado por el Lord Chancellor y presidido por un jurista. El Comité actualmente se compone de un Presidente y Vice-Presidente de calificación regulada y un número de miembros a los que no se requiere titulación especial. El ACCO cita al solicitante a una vista, durante la cual el Comité hace una valoración de la sinceridad del solicitante. (..) Las comparecencias son públicas y a los solicitantes se les permite estar acompañados por familiares y amigos o un abogado. (..) Durante la guerra en Irak en 2003 y 2004, muchos reservistas fueron llamados a filas. Los reservistas reciben una notificación que les ordena presentarse en una base militar en una fecha determinada. Al recibir dicha notificación, los reservistas legalmente se convierten en miembros activos de las fuerzas armadas. (..) durante la guerra de Irak en 2003 y 2004 se tiene constancia de decenas de solicitudes por objeción de conciencia. Se cree que el Ministerio de Defensa es reacio a conceder a los soldados profesionales la baja honrosa por objeción de conciencia. Hay casos de soldados dados de baja por ser “oficiales inadecuados”, por “no requerirse más su servicio” o ser médica o temporalmente no válido para el servicio, cuando realmente pidieron la baja por objeción de conciencia.

Escenario colombiano
Según un artículo de la misma website anterior, la objeción de conciencia tiene una larga tradición religiosa entre escritores jesuitas de la Escuela de Salamanca. Uno de ellos es Francisco Suárez quien defendió la desobediencia a la ley positiva por razones morales:

"En segundo término, deducimos de cuanto se ha dicho que la ley que carece de esta justicia o rectitud no es ley ni obliga ni puede siquiera cumplirse, esto es claro, porque una justicia opuesta a esa rectitud de la ley es también contraria al mismo Dios, pues lleva consigo culpa y ofensa a Dios. Luego no cabe lícitamente su observancia". Por su parte, Francisco de Vitoria afirmó explícitamente que "si el súbdito está convencido de la injusticia de la guerra no debe servir en ella aunque lo mande el príncipe", y esboza la cláusula de objeción al precisar que "los súbditos cuya conciencia es contraria a la guerra no pueden participar en ella, tengan o no razón en pensarlo así."

En Colombia durante el primer Congreso Obrero de 1924 salió a la luz el tema por primera vez, cuando una dirigente del sindicato obrero de La Dorada, llamada Carlota Rúa, reclamó el hecho de que el servicio militar fuera obligatorio para los jóvenes obreros y campesinos:

“Años más tarde, durante la guerra con Perú, un grupo de mujeres objetó públicamente que sus esposos y sus hijos fueran reclutados. A finales de la década de los ochenta y principios de los noventa el tema de la Objeción de Conciencia al Servicio Militar Obligatorio adquiere madurez cuando se organiza un comité impulsor compuesto por personas e instituciones, que desde la filosofía de la no violencia fomentan el reconocimiento de la Objeción de Conciencia como un derecho según lo establecía las Naciones Unidas en la resolución E/CN/4/1987/173 del 10 de Marzo en Ginebra Suiza, y donde Colombia votó a favor."

Durante el año de 1991 en el marco de la Asamblea Nacional Constituyente, la propuesta de Objeción de Conciencia al Servio Militar se difundió de manera que algunas subcomisiones acogieron el tema. También se realizaron diferentes actividades como marchas, ruedas de prensa, movilización de colegios y un plebiscito de 6.000 firmas que se entregaron a la secretaria de la Asamblea Nacional para que el tema fuera incluido.

Finalmente, aunque de manera indirecta, quedó contemplada la Objeción de Conciencia en el artículo 18 de la Constitución Nacional que consagrada la libertad de conciencia, creándose una contradicción que hasta ahora no ha sido resuelta con el artículo 216 que obliga a todos los colombianos al servicio militar.

Esta ambigüedad ha hecho que diferentes jóvenes hayan sido condenados por la jurisdicción penal militar después de negarse a cumplir con la prestación del servicio militar. (..) En 1994 Luis Gabriel Caldas León fue encarcelado cuando expresó ante la dirección de reclutamiento su negativa de no prestar el servicio militar por razones pacifistas y no violentas, declarándose públicamente objetor de conciencia. Por este acto terminaría en la cárcel acusado de desertor según el Tribunal Superior Militar imponiéndole una pena de siete meses. Durante su encarcelamiento fue acompañado por Amnistía Internacional y apoyado por distintas organizaciones de derechos humanos en el mundo mediante Acciones Urgentes presentadas al gobierno Colombiano.

Por este mismo año en Medellín, Hamilton Chica Bohórquez con 15 años y de octavo grado del Liceo Marco Fidel Suárez, fue asesinado cuando junto con sus compañeros gritaban: “No al servicio militar obligatorio...No queremos ser asesinos del Pueblo” (Cambio 16, Noviembre, 1994) Esto ocasionó una sucesión de disturbios que afectaron la vida de los estudiantes, sus familias y la institución escolar, llevándolos a adoptar una posición de objeción colectiva. Durante cinco años no fueron reclutados por el ejército nacional jóvenes de este plantel.


Objeción SI, deserción NO
Esa sería la gran conclusión de este artículo. Pero con el mismo ahínco es reprochable cualquier fomento de la deserción, pues la ley contempla que ningún soldado, ni oficial deben obedecer órdenes que incumplan el derecho internacional humanitario.

Incitar directa- o indirectamente a la deserción podría clasificarse justamente como un acto deshonesto y lesivo al interés nacional, basados en la suposición de que el soldado combatiente se enlistó voluntariamente, y no puede ser obligado a cometer ningún tipo de crimen contra la humanidad.

Claro que los gravísimos abusos de los derechos humanos cometidos contra los soldados, como los denunciados en febrero de este años por los medios de comunicación colombianos demuestran que a nadie deberían obligarlo a pertenecer a las fuerzas armadas, y sigue por ende vigente la idea de un servicio social obligatorio como alternativa al militar. Otra razón para no fomentar la deserción del soldado, pues podría enfrentar castigos o consecuencias legales mucho más funestas

La posición honesta, en mi opinión, es que se permita repensar el valor del patriotismo desde otras esferas y aplicaciones, que podrían ir desde asistir el trabajo social con niños abandonados, hasta ayudar en la ejecución de obras públicas, cuidar parques, en fin. Para ser patriota no hay que ser soldado.

Recientemente relataba mi colega Daniel Ramos del portal de equinoXio una utopía suya basada en el caso de unos soldados norteamericanos desertores de la guerra en Irak, en un artículo titulado Soldado, ¡haz patria! ¡Deserta!. Para ellos la situación política no justificaba la intervención a sangre y fuego que su país comete ahí. De ahí extrapola el autor una propuesta o idealización para que soldados colombianos siguieran el ejemplo con respecto al conflicto armado nacional, y que respaldan muchos otros compañeros de equinoXio. No dudo de la buena fé de los proponentes. Dudo que a los soldados les fuera permitido triunfar, y además, para bien o para mal, estamos en una de las mecas de la anarquía y violencia mundial. Supongo que en algún momento de la historia hubo personas ingenuas que soñaban con la "reconversión" de Hitler, por qué no puede haber quienes deseen la "conversión al bien" de Jorge 40 o el Mono Jojoy.

Más gravemente el fomento de esta utopía podría resultar en un caso epidémico de indisciplina militar, y fortalecer a los grupos armados al margen de la ley que actúan en contra de civiles inocentes. Aunque los abusos se dan en todas partes, y aunque se trata de una guerra no convencional y asimétrica, me temo que los grupos ilegales se fortalecerían aún más. Sería diferente si se propendiera por un ejército profesional, disciplinado pero con trato justo y recto por parte de los oficiales superiores.

Sería diferente si el país se encaminara por el camino de la objeción de conciencia, pero sin desertar de la lastimosamente necesaria tarea de contener a los violentos. Muchos creen que la victoria militar es imposible porque se ha ensayado infructuosamente durante 40 años. Equivalente al argumento de que la paz negociada también es un fracaso, pues se ha ensayado por el mismo tiempo exactamente.

Y es que para vencer en una guerra de guerrillas, según el pentágono, se requiere de una correlación de fuerza de 10 a 1. En teoría la nuestra excede el número, pues es más o menos de 15 a 1. Claro que hay que incluir un trato digno, buenos equipos, helicópteros. Un Black Hawk vale 50 millones de dólares, sin contar armas, entrenamiento de pilotos, repuestos, etc. La indemnización por la muerte infame de algún soldado en algún ataque sorpresa vale 30 millones de pesos, si su familia “tiene suerte”, 100 millones. Aún así en dólares americanos, este helicóptero vale 500 vidas humanas.

Al menos esas parecieran ser las cuentas del gobierno, que prefiere así exponer soldados mal entrenados y mal nutridos, además de desmotivados, al ambiente corrosivo de la guerra que termina por corromper algunos de ellos, en un acto de sobre vivencia. Son la carne del cañón, como lo son los niños y niñas abusados sexualmente y reclutados a la fuerza en la guerrilla y las autodefensas.

Y la paradoja de todo esto es que contra quienes son capaces de tal inhumanidad, sólo cabe la continuación de la guerra. Si no lo creen, lean las masacres e injusticias ocurridas cuando las fuerzas militares belgas salieron del Congo. La población civil lo pagó con muchas muertes. Claro, esperamos de las fuerzas armadas que sean nuestros aliados, y no enemigos. Esperamos que la infamia cometida contra el grupo élite de investigadores de la Policía Nacional en Jamundí sea esclarecida con todas las de la ley.

Aún así, son los más los que entre policías y soldados rasos han dado sus vidas por nosotros, sin haber escogido tal destino. Ciertamente no han sido los engalanados y muchas veces corruptos comandantes militares que han empañado el honor de la institución. Mucho menos el Presidente Uribe que recoge laureles cuando algo sale bien, y fustiga y humilla a los militares cuando las cifras estadísticas de la seguridad democrática no son convenientes.

Para los hombres y mujeres honorables que hicieron su juramento de bandera con el corazón, y no pensando en sus bolsillos, esta es una guerra de varios frentes. Como en la segunda guerra mundial, no escogieron la guerra, esta vino a ellos. Muchos quisieran objetar el maltrato e ineficiencia de la cúpula militar, seguramente.

A ellos y a sus familias dedico mi humilde artículo.

NOTA: Iba referirme también a dos comentarios irónicos hacía mi postura pragmática de mi otro colega de equinoxio, conocido con el pseudónimo de SENTIDO COMÚN:
“es que así es como se ha hecho siempre, lo demás es utópico”
“en mi familia tenemos claro el valor del patriotismo porque somos gente de bien”

Pero ahora que lo pienso, me parece totalmente innecesario. No niego, sin embargo que mi familia es gente de bien. Eso no implica que las familias de quienes piensen diferente, no tengan también claros sus propios valores de patriotismo. De pronto sea una utopía mía pensar que en la diversidad de criterios también hay verdad, aunque creo que Marsares, Sentido Común, Daniel Ramos y el resto de bloggers, comparten dicha utopía.

3 comentarios:

Markota dijo...

Thilo, el párrafo inicial de este artículo es cierto. Nada mejor que buscar un enemigo externo, una amenaza intangible para empezar a manipular las masas y despertar los más fieros nacionalismos. El ser humano tiene la propensión a formar hordas para atacar o defenderse; en ese sentido la dotación genética nos traiciona. Eso es una bola de nieve que se retroalimenta.
Y Goebbels, el asesor propagandístico del Fürer fue un verdadero maestro para manipular y crear verdaderos fenómenos de masas. De hecho, Goebbels todavía es un referente obligado para el estudio de la opinión pública.
Una de las características de los criminales de guerra que fueron enjuiciados en Nüremberg era su certeza de haber hecho lo correcto y de haber obedecido ciegamente las órdenes que les impartieron. Todos ellos tenían profundamente arraigado el sentido de la obediencia.
Desde el punto de vista racional, no le veo sentido al concepto de patriotismo a ultranza o a tener que ir a una guerra para morir en defensa de egos ajenos. Pero la razón se hace a un lado cuando operan las instrucciones que dictan los instintos. Mientras exista la especie humana siempre estará presente la tentación de fabricar alguna guerra en uno o muchos lugares del planeta, para acumular ya sea tierra, poder, recursos, petróleo, llevarse un punto, aniquilar a un enemigo imaginario o real, etc. A lo largo de la historia siempre ha habido guerras y siempre los hombres han ido a ella, a luchar por defender los intereses de una línea de división ilusoria llamada "frontera", "nación", "patria", "libertad" o "verdad". Todos conceptos subjetivos, con los cuales tenemos una relación figurada.
El concepto de lealtad a la patria, de ir a la guerra a defender esa línea ilusoria es solo la obediencia a nuestro instinto gregario. No actuar junto con el grupo se interpreta como una grave traición, porque así está marcado en nuestros genes.
El impulso de actuar en conjunto fue una herramienta fundamental de supervivencia de nuestros antepasados, cuando vivían en pequeños clanes y en grupos familiares, pero hoy no hay fieras que acechen en la oscuridad y los alimentos los podemos conseguir en las góndolas de los supermercados. Pero el instinto sigue ahí. Como digo en un poema mío, los genes son un "eviterno vital confeti que desde lo ínfimo gobierna mis instintos. Soy animal ritual, pavo real, soy marioneta gobernada por invisibles hilos".
Entender y legitimar la objeción de conciencia es un acto de civilización, que, por esa misma razón, va en contravía de los instintos. Desde el punto de vista racional, no ir a la guerra, estar en desacuerdo por cobardía, humanitarismo, pacifismo o como quiera que se le pueda llamar, es un delito, porque va en contra de la norma dictada por los genes.
Sin embargo, cuando logro entender al menos un poco cómo es que opera en mí ese instinto, cuando logro permitirme ser razonable, puedo ver lo absurdo de ciertos actos que me inducen a actuar en abstracto, desde lo más primitivo de mi cerebro límbico.
Ahora, ¿qué pasa cuando nuestras fronteras son atacadas? ¿cuáles fronteras? ¿por qué siento que pertenezco y que tengo poner en juego mi vida para defender un pedazo de tierra que nunca antes en mi vida había visto, en nombre de una "patria" de la que solo tengo una representación mental?
Sin embargo nuestros hombres seguirán yendo a la guerra, a defender o a atacar. Y yo seguiré haciendo mis reflexiones, así no sean prácticas.

Markota dijo...

Hola, mi apreciado Thilo. Quiero preguntarte si me autorizas para reproducir este comentario en mi blog,como una entrada, con la respectiva cita y enlace hasta aquí. La razón, me motiva el generoso comentario que hiciste en Markota. Quedo pendiente.

Un abrazo virtual afectuoso y pacifista.

EDITOR GENERAL (THL) dijo...

¡Hola Markota!
¡¡¡Me uno a las masas!!! Me divertí muchísimo con el video de tu último post, ni idea quien es el tal Judson, pero para bailar así, se necesita mucho talento, sentido del humor y… elasticidad!!! Ya quisiera yo…
Me sorprende la elección popular del video quizás, porque uno esperaría a un personaje mundialmente famoso, o un contenido escandaloso (como el el seno de Janet Jackson), o algo así, como número uno, aunque no dudo del talento del comediante, o actor, o lo que sea que lo identifica como artista.

Y me devuelve la fe esta elección en la “cultura de masas”, término que critiqué duramente el otro día en algún post a propósito de ya no me acuerdo qué…

También me gustó mucho tu comentario que dejaste en mi blog, a propósito de expresar tu voz, aunque te noto insegura en cuanto a tu certeza de que esta voz será escuchada, o que se trata de una voz fuerte. Aunque no me lo has preguntado, hay voces que intimidan, no porque vengan cargadas de cosas negativas, sino todo lo contrario. Pero no siempre la gente está lista a escuchar, sobretodo cuando no les conviene lo que oyen…

Así es que, seguiré pendiente de tu voz.

THILO

Por supuesto, no sólo puedes sino debes republicar lo que sea, si ese es tu impulso. No necesiras ser formal conmigo, y de todas manwras, esta obra está bajo una licencia de Creative Commons que lo permite explícitamente.
Abrazos. THILO