lunes, abril 17, 2006

El trámite divino


Hace pocos meses fue precluído en Italia el caso del ciudadano Luigi Casciolo, de 72 años, en contra del padre Enrico Righi, de 75 años, acusado por Casciolo, de “abuso de creencia popular y sustitución de persona”, al afirmar (y reafirmar) la existencia histórica de Cristo.

Si bien el caso fue archivado por la justicia italiana, nunca se llevó a cabo la “investigación judicial”, para dar un juicio definitivo sobre la “inocencia o culpabilidad” de Righi. Según palabras de su abogado defensor, se consideró simplemente que "la responsabilidad de la falsedad histórica de la figura del hijo de Dios no se le puede atribuir a su cliente, sino a quienes así lo sostuvieron antes que él". Es decir, si uno es medianamente suspicaz, se concluye por lógica que “sí hubo delito”, según la justicia italiana, pero este no se originó a partir de Righi, sino mucho antes, con sus múltiples predecesores. Los “más culpables”, o los “imputados” naturales, en últimas serían los mismísimos doce apóstoles, por supuesto.

Pero más allá del debate histórico y teológico, cabe preguntarse, ¿qué habría pasado si este caso se hubiera presentado en Colombia?

El padre Righi fue muy afortunado de no ser acusado del mismo “delito” en Colombia, pues seguramente la Fiscalía General de la Nación lo tendría aún encerrado en su “bunker”, o en algún calabozo del DAS o de la DIJIN, como parte de una “medida preventiva”, mientras se realizaran las “indagaciones y pesquisas preliminares”.

Entonces el padre Rhigi trataría de interponer una acción de tutela alegando su derecho a la libre expresión, libertad de conciencia, de cultos y al debido proceso, o algo así, en algún juzgado municipal cercano. Aunque dicho fallo sería favorable, en principio, casi inmediatamente quedaría anulado por el fallo de otro juez de alguna otra cabecera municipal, al que su enemigo Casciolo habría acudido unos días después de enterarse de la maniobra de Righi. Dicho fallo contrario diría algo así, como que “el acusado está sindicado de un delito de falsedad ideológica, por tanto no puede ser juzgado al amparo del derecho constitucional, sino del judicial”.

Seguidamente el caso llegaría a instancias superiores. El fallo favorable a Rhigi llegaría a la Corte Constitucional, y el no favorable a la Corte Suprema de Justicia. A Rhigi le tocaría esperar unos meses, mientras las dos cortes en cuestión aclaran cual sería la instancia judicial encargada de dirimir las dos posiciones jurídicas. Y el debate jurídico sería aplazado indefinidamente, porque la Corte Constitucional estaría concentrada en asuntos “más importantes”, como la exequibilidad del proyecto de reelección presidencial a término indefinido.

La Corte Suprema no se quedaría atrás, pues tendría pendientes unos fallos sobre inhabilidades penales y éticas de varios políticos, ávidos por acceder por participar en política, una vez más.

Mientras tanto, Casciolo, convertido de la noche a la mañana en una celebridad por los medios de comunicación, posaría en pelota junto a intelectuales de la talla del ex presidente del Senado Luis Humberto Gómez Gallo, el candidato presidencial Carlos Gaviria, el ex senador Juan Martín Caicedo y el periodista la ‘Chiva’ Cortés, entre otros personajes de la farándula, para un fotorreportaje de alguna revista surrealista. Obviamente sería retratado en un lugar de honor, al lado de alguna modelo tetona víctima del “extreme makeover”, en una escena alusiva a la “Última cena”, de Leonardo Da Vinci (Sepan perdonar mi falta de originalidad).

La cuestión es que habría cierta remezón entre algunos de los católicos que se sentirían ofendidos por la profanación de sus símbolos sagrados, pero ahí si la justicia sería enfática en determinar “el derecho a la libre expresión” del artista. Los medios de comunicación colombianos, dichosos por la “bonanza noticiosa”, empezarían a publicar encuestas, con preguntas como, ¿En su opinión, Dios existe? Otras preguntas más “avanzadas” indagarían, ¿En su opinión, Jesús es una figura histórica, o es un mito? ¿El padre Rhigi es culpable o inocente?

El padre Rhigi, con la ayuda de las voces de los sacerdotes pensantes y opinantes, como el jesuita colombiano Alfonso Llano, trataría de calmar los ánimos entre la gente, y quizás se atrevería a decir algo así como que “todo el problema gira alrededor de la libertad de conciencia, y de credos, pero que lo más importante es llevar una vida al servicio del prójimo, pues así se sirve a Dios, y por ende, ello es más importante que defender su existencia histórica”. Pero la alta burocracia de la Iglesia Católica le recordaría entonces de manera pública, que “queda definitiva y absolutamente cortada toda comunicación hablada y escrita con el público” y, por tanto, los desautorizarían a los dos como representantes de Dios ante los medios de comunicación.
Masas enardecidas de partidarios y opositores se enfrentarían en sendas protestas y huelgas de hambre. Los políticos del gobierno estarían felices, porque en su agenda pública, la defensa de sus programas de gobierno para mejorar el desempleo, combatir la corrupción, y responder por los altos índices de violencia ya no sería su prioridad. Al menos por un tiempo.

A pesar de que sería puesto en libertad unos meses más tarde, algunos “medios masivos de comunicación independientes”, denunciarían el hecho de que Righi aprovechó su tiempo en la cárcel de La Modelo para “evangelizar” ilegalmente (ilegal porque no ha demostrado la existencia histórica de Jesucristo) a sus ex compañeros de celda y prisión, aunque admitirían que la paz y convivencia dentro del penal han aumentado significativamente desde su ingreso.

Se empezaría a especular que Righi es un “hacedor de milagros”, y sus ex compañeros de celda alegarían que él es un “santo”. Los medios se polarizarían a favor y en contra de él. Los periódicos nacionales y revistas de política se unirían para hacer una gran encuesta nacional, con el infalible método “Gallup”, para medir la opinión de la gente.

Pero como pasa con todas las chivas, cuando dejan de serlo, con el pasar inexorable del tiempo el caso Righi perdería interés para los medios, porque alrededor de él no se producirían hechos “sobrenaturales” ni hechos susceptibles de ser controvertidos. Los paparazzi criollos tampoco encontrarían la inspiración suficiente para describir escándalos susceptibles de mantener el interés de la audiencia. El mismo Righi se encargaría de aclarar que es un hombre común y corriente, y que sencillamente ejerce el sacerdocio porque eso es lo que le gusta hacer. Ante la falta de sensacionalismo, de escándalos que contar, ni mucho menos hechos significativos de violencia o corrupción que mostrar en los medios, el caso Righi perdería interés dentro para los medios y su público.

La masa se olvidaría rápidamente de Righi, y por ende también de Casciolo. La mayoría de nosotros nos olvidaríamos de que ellos hubieren existido siquiera, pues ya habría escándalos y chivas mucho mejores que se estarían cocinando entre los medios. Pero quienes hubieren conocido a Righi personalmente, nunca se olvidarían ni de él, ni de sus enseñanzas.

¿Y Casciolo? Bueno Casciolo, siempre podrá contar con Righi, al fin y al cabo, esa es y será su misión mientras exista la historia del hombre.


Dedicado a la memoria del padre Jesús Adrián Sánchez Coy, cura párroco del corregimiento El Limón, de Chaparral (Tolima), vilmente asesinado el 19 de agosto de 2005, y de cuya “existencia histórica”, así como sobre la existencia de su obra consistente en tratar de evitar el reclutamiento de jóvenes en la guerrilla y las autodefensas, no existe controversia alguna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sobreviví al post, pero no a la dedicatoria. cuánto duele este país a veces!