Apoteósica la protesta nacional contra el delito del secuestro y posterior asesinato de rehenes, perpetuado por parte de la guerrilla de las FARC en contra de los once ex diputados del Valle, entre muchas otras innumerables víctimas. Aunque no existe unidad de criterios entre los colombianos sobre un despeje territorial para facilitar el intercambio humanitario -y que la mayoría de colombianos percibimos como un chantaje que pone en peligro más vidas humanas-, existe un consenso general sobre los directos responsables del atroz delito en este caso, así como en la responsabilidad de los perpetuadores de este tipo de delitos en general, vengan de donde vengan.
Toda Colombia salió a protestar, así fuera desde las puertas o balcones de sus hogares, o bajándose de sus vehículos en medio de la calle para pitar, hacer bulla y agitar sus pañuelos blancos en señal de protesta y rechazo contra estos delitos de lesa humanidad. Quizás los terroristas de turno hagan oídos sordos al clamor nacional, como es la costumbre de la guerrilla. Pero al menos las familias de las víctimas se sintieron acompañadas en su dolor el día de hoy. Son más de 3000 secuestrados, aproximadamente. Algunos llevan 10 años o más privados de su libertad, como el hijo del profesor Moncayo. Otros nacieron secuestrados, como el pequeño Emanuel, el hijo de Clara Rojas. El clamor es por la dignidad de quienes ya no están con nosotros, y de quienes aún viven privados de su libertad, del afecto de sus familias, y sobretodo de su humanidad. Por eso esta protesta en particular le elevó la moral al país.
jueves, julio 05, 2007
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